Cuando Mozart estrenó La flauta mágica tenía treinta y cinco años y sólo le quedaban dos meses de vida. El empresario teatral Emanuel Schikanederpasaba graves apuros económicos y el compositor, gran amigo suyo desde los años de juventud y en su misma situación financiera, resolvió escribir para él una obra que podría dar dinero. Al conocer que un teatro rival iba a estrenar otra ópera con igual asunto, se modificó por completo la acción dotándola, además, de una significación simbólica supuestamente de acuerdo con ciertas prácticas masónicas, logia a la que según algunos autores pertenecían. El elemento mítico y maravilloso adquirió en La flauta mágica un gran relieve.